🧠La fuerza silenciosa detrás de cada decisión

Hay algo más poderoso que cualquier sistema, cualquier política, incluso que el plan de gestión de riesgos más sofisticado: la cultura organizacional.

Esa fuerza invisible, pero profundamente determinante, que define cómo se actúa, cómo se decide… y cómo se responde cuando las cosas no salen como se esperaba.

Puedes tener matrices de riesgo exhaustivas, políticas bien redactadas, comités formales. Pero si las personas sienten que “reportar un error es mal visto”, que “mejor no decir nada para no meterse en problemas” o que “los riesgos se gestionan solo en auditorías”… entonces el riesgo no se está gestionando, solo se está maquillando y eso cuesta mucho.

Según datos del IRM (Institute of Risk Management), el 60% de los eventos críticos en organizaciones altamente reguladas pudieron haberse evitado si se hubiera fomentado una cultura de apertura y aprendizaje.

Un ejemplo reciente en el sector financiero es el caso de TD Bank en Estados Unidos. En octubre de 2024, la entidad fue multada con más de $3 mil millones por fallas en sus controles contra el lavado de dinero. Entre las deficiencias señaladas se incluyen sistemas de monitoreo de transacciones obsoletos y una cultura interna que priorizaba la reducción de costos sobre la inversión en mejoras críticas de cumplimiento. A pesar de que los auditores internos habían advertido repetidamente sobre estos problemas, la dirección del banco no actuó con la diligencia necesaria, lo que permitió que actividades ilícitas pasaran desapercibidas durante años.

💬 Un colaborador que levanta la mano a tiempo puede salvar millones.
🤝 Un líder que reconoce que “no sabe” puede prevenir una crisis.
📣 Un comité que escucha activamente a su primera línea puede anticipar lo que los indicadores no muestran todavía.

¿Cómo medir esa cultura?

La cultura de riesgos no se mide con KPIs fríos, se siente en los pasillos, se escucha en las conversaciones informales, se refleja en preguntas como:

  • ¿Qué pasa cuando alguien comete un error?
    ¿Hay espacios reales para hablar de riesgos o todo se concentra en informes?
    ¿Quién toma decisiones cuando hay presión?
    ¿Se respetan los límites éticos o se prioriza “salir del paso”?

Un estudio de Marsh & McLennan Co. reveló que las empresas con culturas sólidas de gestión de riesgos tienen 25% menos pérdidas operativas y un 20% menos incidentes críticos al año.

Gestionar la cultura no es decorar la oficina con frases inspiradoras, es una decisión estratégica, es entender que la cultura es la que se presenta primero en una crisis, incluso antes del equipo de respuesta.

Y es que los riesgos, muchas veces, no escalan por ser demasiado complejos, sino por no ser atendidos a tiempo.
Y no se atienden porque nadie se atrevió a hablar.

El verdadero desafío no es solo identificar los riesgos, sino construir una cultura que los haga visibles, conversables y gestionables.

Fortalecer la cultura de riesgos no es algo que se resuelva en un taller de una tarde, pero se empieza con gestos concretos:

✅Reconociendo públicamente a quienes actúan con integridad.

✅Creando espacios seguros para hablar de lo que no funciona.

✅Involucrando a todas las capas de la organización en la conversación de riesgos.

✅Y, sobre todo, actuando con coherencia, si lo que se predica no se practica, el mensaje nunca llega.